¿Los mensajes de salud pública siempre son dignos de confianza? Una revisión crítica publicada en Public Health Ethics explora las prácticas comunicativas potencialmente no honestas y dañinas utilizadas en el discurso de salud pública. El artículo invita a la reflexión y destapa las tácticas comunes y sus implicaciones para la toma de decisiones en el ámbito de la salud.
El artículo de Rebecca Brown y Mícheál de Barra, publicado el pasado 23 de marzo bajo el título «Una taxonomía de la no honestidad en la comunicación de salud pública«, trata con profundidad y precisión el tema de «la ética de la comunicación en salud pública: hacia la honestidad, integridad y confianza en la promoción de la salud» y discute los problemas éticos de la comunicación en salud pública.
Los autores, vinculados al Centro de Ética Práctica de la Universidad de Oxford y al Centro de Cultura y Evolución de la Universidad Brunel de Londres, argumentan que muchas herramientas utilizadas en la comunicación en salud pública pueden considerarse deshonestas y no éticas y que el uso de dichas herramientas debería ser plenamente cuestionado.
Brown y de Barra sugieren que la honestidad es esencial en la comunicación en salud pública para asegurar que las personas puedan tomar decisiones informadas sobre su salud y su vida, así como para mantener la confianza sobre todo en los sistemas de atención médica.
El artículo explora una situación bastante conocida por los defensores de la reducción de daños por tabaquismo y presenta varios ejemplos de prácticas de comunicación en salud pública que podrían considerarse deshonestas, incluyendo la omisión de información sobre la magnitud de los beneficios y la falta de reporte de incertidumbres asociadas con las intervenciones que promueven la salud. Los autores también discuten diferentes formas de comportamiento no honesto, como el engaño y la manipulación, y cómo estas pueden estar relacionadas con ciertas prácticas de comunicación en salud pública.
Los autores comienzan introduciendo el concepto de honestidad y su deseabilidad moral. Sugieren que «la honestidad implica no distorsionar los hechos tal como el agente los ve. Aunque reconocen que puede haber casos en los que la comunicación no honesta o deshonesta pueda estar justificada en casos de graves amenazas a la salud pública, argumentan que los ejemplos cotidianos de promoción de la salud deberían ser honestos para asegurar que las personas puedan tomar decisiones informadas sobre su salud y evitar dañar la reputación de los sistemas de atención médica.
«En medicina clínica, los comunicadores deben proporcionar información de relevancia material para las decisiones sobre cómo comportarse. Distorsionar la información, incluso al servicio de intentar fomentar «mejores» decisiones, es inaceptable».
Los autores discuten varias prácticas comunes de comunicación en salud pública que pueden ser no honestas. Estas incluyen la falta de información sobre los beneficios y los daños de las intervenciones de promoción de la salud en un formato transparente e informativo. Presentan una interesante tabla con las «Prácticas comunicativas de salud pública comunes y potencialmente deshonestas», tales como:
«Imprecisión y omisión de información relevante para la toma de decisiones; negligencia de magnitud; negligencia de daño; información de ninguna o mínima relevancia; tergiversación de la justificación científica; precisión falsa; mezclar la ausencia de evidencia con la evidencia de ausencia; legitimación falsa».
El uso de riesgos relativos y reportes mal sincronizados también se destaca como prácticas que pueden inflar las expectativas de beneficio. Los autores sugieren que estas prácticas pueden estar relacionadas con diferentes formas de comportamiento no honesto, como el engaño y la manipulación, y también sugieren que algunas prácticas comunicativas en salud pública pueden cumplir con los criterios de mentiras, asumiendo que los comunicadores intentan engañar a través de sus declaraciones.
El artículo también discute posibles defensas de estas prácticas, como el argumento de que preservan los hechos en lugar de distorsionarlos o que tienen como objetivo crear creencias verdaderas. Los autores sugieren que comunicar honestamente no siempre es fácil, pero señalan una extensa literatura sobre comunicación de riesgos que describe cómo se puede presentar la información numérica de manera que evite la distorsión y apoye la comprensión de las personas.
«Creemos que es probable que la gran mayoría de la comunicación de salud pública no honesta esté motivada de manera benévola, lo que implica un intento genuino de promover eficazmente la salud pública. Solo deseamos que este objetivo se equilibre con la necesidad de tratar a las personas con respeto y evitar emplear prácticas no honestas».
En general, Rebecca Brown y Mícheál de Barra esperan fomentar la reflexión sobre si la comunicación no honesta es apropiada o no en la promoción de la salud pública. Sugieren que un enfoque más honesto puede conducir a una comunicación más útil y digna de confianza.
El artículo concluye destacando la necesidad de contar con marcadores de calidad externos, como el «Código HON» (un conjunto de reglas que ayuda a los usuarios a cerciorarse de conocer siempre la fuente y el objetivo de los datos y que a su vez compromete a los desarrolladores de sitios web con normas éticas básicas en la presentación de la información) y el «PIF TICK» (demostrar que la información de salud proveniente de una organización ha pasado por un proceso de producción profesional y sólido), para garantizar una información fiable y digna de confianza, pero advierte que incluso las fuentes certificadas por estos marcadores pueden quedarse cortas en la comunicación honesta.
El artículo aporta una valiosa contribución al debate sobre la ética de la comunicación en salud pública. Destaca la importancia de la honestidad en la comunicación sobre salud pública y plantea importantes cuestiones sobre el uso de herramientas de comunicación no honestas. El artículo también aporta valiosas ideas sobre las posibles consecuencias de la comunicación no honesta, como la pérdida de confianza en los sistemas sanitarios y en la práctica clínica. En tiempos de posverdad, de posturas ideológicas y morales que se sobreponen al pragmatismo científico, el llamado de los autores a la reflexión y a unas prácticas de comunicación más honestas en la promoción de la salud pública es oportuno, urgente y necesario.
Para más información:
Rebecca C H Brown, Mícheál de Barra, A Taxonomy of Non-honesty in Public Health Communication, Public Health Ethics, 2023;, phad003, https://doi.org/10.1093/phe/phad003
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